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lunes, enero 21, 2008

Un tipo que nos define desde los años 30 I


Leyendo un poco el famoso “Diccionario del Diablo” de Ambrose Bierce, un tipo con una visión muy magra de la vida y que no rescata absolutamente nada del ser humano, decidí colocar algunas palabras y significados de este diccionario para aquellos que piensan en lo exagerado que son los ecologistas:

Aburrido, Adj. Dícese del que habla cuando uno quiere que escuche.
Administración, s. En política, ingeniosa abstracción destinada a
recibir las bofetadas o puntapiés que merecen el primer ministro o el
presidente. Hombre de paja a prueba de huevos podridos y rechiflas.
Admiración, s. Reconocimiento cortés de la semejanza entre otro
y uno mismo.
Aforismo, s. Sabiduría predigerida.
Aire, s. Sustancia nutritiva con que la generosa Providencia engorda
a los pobres.
Alba, s. Momento en que los hombres razonables se van a la cama.
Algunos ancianos prefieren levantarse a esa hora, darse una ducha
fría, realizar una larga caminata con el estómago vacío y mortificar su
carne de otros modos parecidos. Después orgullosamente atribuyen a
esas prácticas su robusta salud y su longevidad; cuando lo cierto es que
son viejos y vigorosos no a causa de sus costumbres sino a pesar de
ellas. Si las personas robustas son las únicas que siguen esta norma es
porque las demás murieron al ensayarla.
Altar, s. Sitio donde antiguamente el sacerdote arrancaba, con fines
adivinatorios, el intestino de la víctima sacrificial y cocinaba su
carne para los dioses. En la actualidad, el término se usa raramente,
salvo para aludir al sacrificio de su tranquilidad y su libertad que realizan
dos tontos de sexo opuesto.
Amistad. Barco lo bastante grande como para llevar a dos con
buen tiempo, pero a uno solo en caso de tormenta.
Amnistía, s. Magnanimidad del Estado para con aquellos delincuentes
a los que costaría demasiado castigar.
Amor, s. Insania temporaria curable mediante el matrimonio, o
alejando al paciente de las influencias bajo las cuales ha contraído el
mal. Esta enfermedad, como las caries y muchas otras, sólo se expande
entre las razas civilizadas que viven en condiciones artificiales; las
naciones bárbaras, que respiran el aire puro y comen alimentos sencillos,
son inmunes a su devastación. A veces es fatal, aunque más frecuentemente
para el médico que para el enfermo.
Ancianidad, s. Epoca de la vida en que transigimos con los vicios
que aún amamos, repudiando los que ya no tenemos la audacia de
practicar.
Año, s. Período de trescientos sesenta y cinco desengaños.
Aplauso, s. El eco de una tontería. Monedas con que el populacho
recompensa a quienes lo hacen reír y lo devoran.
Armadura, s. Vestimenta que usa un hombre cuyo sastre es un
herrero.
Autoestima, s. Evaluación errónea.
Ayer, s. Infancia de la juventud, juventud de la madurez, el pasado
entero de la ancianidad.
Baco, s. Cómoda deidad inventada por los antiguos como excusa
para emborracharse.
Beber, v. t. e. i. Echar un trago, ponerse en curda, chupar, empinar
el codo, mamarse, embriagarse. El individuo que se da a la bebida
es mal visto, pero las naciones bebedoras ocupan la vanguardia de la
civilización y el poder. Enfrentados con los cristianos, que beben mucho,
los abstemios mahometanos se derrumban como el pasto frente a
la guadaña. En la India cien mil británicos comedores de carne y chu-padores de brandy con soda subyugan a doscientos cincuenta millones
de abstemios vegetarianos de la misma raza aria. ¡Y con cuánta gallardía
el norteamericano bebedor de whisky desalojó al moderado español
de sus posesiones! Desde la época en que los piratas nórdicos asolaron
las costas de Europa occidental y durmieron, borrachos, en cada puerto
conquistado, ha sido lo mismo: en todas partes las naciones que toman
demasiado pelean bien, aunque no las acompañe la justicia.
Belladona, s. En italiano, hermosa mujer; en inglés, veneno
mortal. Notable ejemplo de la identidad esencial de ambos idiomas.
Belleza, s. Don femenino que seduce a un amante y aterra a un
marido.
Bigamia, s. Mal gusto que la sabiduría del futuro castigará con la
trigamia.
Boda, s. Ceremonia por la que dos personas se proponen convertirse
en una, una se propone convertirse en nada, y nada se propone
volverse soportable.
Camino, s. Faja de tierra que permite ir de donde uno está cansado
a donde es inútil ir.
Carro fúnebre, s. Cochecito de niños de la muerte.
Celoso, adj. Indebidamente preocupado por conservar lo que sólo
se puede perder cuando no vale la pena conservarlo.
Cínico, s. Miserable cuya defectuosa vista le hace ver las cosas
como son y no como debieran ser. Los escitas acostumbran arrancar
los ojos a los cínicos para mejorarles la visión.
Cita, s. Repetición errónea de palabras ajenas.
Clarinete, s. Instrumento de tortura manejado por un ejecutor con
algodón en los oídos. Hay instrumentos peores que un clarinete: dos
clarinetes.
Conocedor, s. Especialista que sabe todo acerca de algo, y nada
acerca de lo demás.
Se cuenta de un viejo ebrio que resultó gravemente herido en un
choque de trenes; para revivirlo, le vertieron un poco de vino sobre los
labios. “Pauillac, 1873”, murmuró, y expiró.
Conocido, s. Persona a quien conocemos lo bastante para pedirle
dinero prestado, pero no lo suficiente para prestarle. Grado de amistad
que llamamos superficial cuando su objeto es pobre y oscuro, e íntimo
cuando es rico y famoso.
Convento, s. Lugar de retiro para las mujeres que desean tener
tiempo libre para meditar sobre el vicio de la pereza.
Conversación, s. Feria donde se exhibe la mercancía mental menuda,
y donde cada exhibidor está demasiado preocupado en arreglar
sus artículos como para observar los del vecino.
Crítico, s. Persona que se jacta de lo difícil que es satisfacerlo,
porque nadie pretende satisfacerlo.
Cuadro, s. Representación en dos dimensiones de un aburrimiento
que tiene tres.
Cupido, s. El llamado dios del amor. Esta creación bastarda de
una bárbara fantasía fue indudablemente infligida a la mitología para
que purgara los pecados de sus dioses. De todas las concepciones desprovistas
de belleza y de verdad, esta es la más irracional y ofensiva.
La ocurrencia de simbolizar el amor sexual mediante un bebé semiasexuado,
de comparar los dolores de la pasión con flechazos, de introducir
en el arte este homúnculo gordito para materializar el sutil espíritu y
la sugestión de una obra, todo esto es digno de una época que, después
de darlo a luz, lo abandonó en el umbral de la posteridad.
Destino, s. Justificación del crimen de un tirano; pretexto del fracaso
de un imbécil.
Diario íntimo, s. Registro cotidiano de aquellos episodios de la
vida que uno puede contarse a si mismo sin sonrojo.
Diluvio, s. El primero y más notable de los experimentos de bautismo,
que lavó todos los pecados (y los pecadores) del mundo.

Algunas definiciones coinciden con mi pensamiento y otras solo me parecen graciosas.
Otro dia la sigo únicamente para complacer a los que no intenten conseguir este diccionario

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