Buscar en este blog

miércoles, agosto 30, 2017

JURI

   Primer día de laburo en el Cambio dentro del Montevideo Shopping. Tomé un 145 y conseguí
asiento al lado de una mujer de unos cincuenta años que miraba por la ventana, luego hacia abajo y pensaba en voz alta sus próximos pasos. «Me voy a bajar y voy a comprar boñatos», decía. Ya aprendí hace rato que los uruguayos estamos locos así que, sin sorpresa, me senté y me puse los auriculares. Estaba en una etapa de escuchar radios. A veces me daban ganas de no tener que elegir qué escuchar y dejarlo en manos de alguien que se cope a hacerlo.

   Hice zapping hasta que caí en Del Plata que pasaba Linger de Cranberries y me transportó a los recreos del liceo y las pendejas que me tuvieron loco durante toda esa etapa. ¡Qué canción hermosa! Y se ve que el operador de radio estaba colgado con líderes femeninas de bandas de rock de los noventa porque engancharon el tema con My favourite game de The Cardigans y reviví aquel video de la guacha en el convertible por la ruta en plan destroy suicida. Recuerdo que arrancaba el clip y nunca lo quería mirar pero terminaba viéndolo hasta el final. La mina volando desde el convertible es una de las mejores escenas de la historia del videoclip. Se nota que es trucho pero está bueno y ese choque encajaría a la perfección en una película de Lynch.

   La selección exquisita continuó hasta que, en medio del himno de los noventa de Cristian Castro, Amor, me tuve que bajar. Entré al shopping y llegué al cambio. El local tenía forma de L y todo requería más espacio del que había. Cuando pasé por la puerta blindada, desde donde estaba parado, veía a un lado y otro a mis futuros compañeros de trabajo atendiendo gente a cara de perro. Se notaba que el trabajo era como picar piedra pero con público. El encargado parecía el malo de una película de James Bond. Apenas lo vi lo primero que pensé fue "qué pesadilla vivir contigo" y me apiadé por un momento de su esposa que deduje tenía por el anillo, brillante como una anormalidad nuclear de caricatura. Le decían por el apellido, Juri: pómulos pronunciados, ojos celestes, piel ligeramente bronceada, corte de pelo romano y un tono de voz bien de opresor. Podría pasar perfectamente por un empresario ruso de armamento de guerra


   La radio emitía bien de fondo Losing my religion de REM. Los nervios no me dejaron disfrutar la canción. Tenía que concentrarme en complacer a Juri y apenas me senté al lado de un pibe llamado Franco para que me enseñara cómo era el asunto, me pasó todos los piques. A señalar:


«No te comas billetes falsos.»
« No le des la contra a Juri.»
« Cuando terminás de atender a uno decí "siguiente" enseguida porque sino matás a un compañero.»
« Sabé que acá nunca deja de entrar gente.»
« Concentrate en dar bien el cambio porque Juri no banca muchas cagadas. Un par y pafuera o te manda a otra sucursal.»

   Me había quedado claro que Juri era el capo. La radio estaba con el volumen bajo y pasaba cualquier cosa entre los noventa y principio de siglo. Era raro ver el ritmo frenético que se daba en el lugar mientras sonaba el clásico More than words del dúo Extreme. Y así pasaban los clásicos de mi adolescencia mientras presenciaba el incesante intercambio de plata, facturas y voces.

   Franco me pasó todas las máximas del laburo. Era más chico que yo pero andaba de vuelo. Yo lo miraba y el no me hablaba mucho. En mi laburo anterior había tenido una verdadera maestra como tutora. Este pibe lo único que quería era terminar su turno para irse a ver a Peñarol:

- Bueno acá la cosa es fácil: mirame. -fue lo primero que dijo.

   Igual encaró y tiró unos piques. Aprendí que las facturas se pasaban por una validadora; que cuando viene alguien a hacer una transacción que no involucra moneda nacional es un arbitraje; que los billetes falsos son más gruesos (eso lo sabía), y que la excesiva autoconfianza es el peor enemigo. Me dijo:

- Mirá, vas a pasar estos meses de prueba sin problemas. Se ve que encarás así que la única sugerencia que te hago, y espero nunca la olvides, es que no te distraigas.

- ¿Qué querés decir?

- Que va a llegar un punto en el que vas a dominar todas las situaciones posibles y vas a tener todas las soluciones a todos los problemas. Ahí, cuando crees que la tenés clarísima, aparece una diferencia de, no sé, diez palos. Y no lo vas a entender. Vas a contar por todos lados, vas a chequear todo mil veces y no vas a encontrar nada raro. Te mandaste una cagada y por confiado no te diste cuenta. Porque cuando estás confiado bajás la guardia. Estás esperando todos los movimientos previsibles, estás en piloto automático, entonces viene uno y te dice dos pavadas como «¿Viste que un pastor noruego dibujó un pene gigante con caca de oveja? solo se ve desde el aire», o algo así, y ahí cuando estás descolocado te encaja un billete falso.

- Ok.

   Agarré lo básico y empecé con lo mío. No parecía adaptarme al ritmo del shopping. Juri me ponía muy nervioso. Caminaba siempre para un lado y para el otro. Cada cuarenta y cinco segundos lo tenía atrás mío. Era atomizante. Al día dos ya estaba trabajando para que me rajaran o para que me mandaran a otra sucursal. Me sentía en un partido de fútbol de nueve mil minutos en el infierno.

   Al cuarto día de atender gente sin parar, cerca del cierre le compré sesenta y dos pesos argentinos a un cliente. En la jerga financiera «le compré» significa que el Cambio le compró. Poco antes de cerrar, empecé a hacer el arqueo de la moneda extranjera. Cuando me puse a contar los argentinos, encontré un billete de dos pesos que parecía una fotocopia. Sabía que me lo había dado el cliente de los sesenta y dos pesos. Dos pesos argentinos valían menos que una moneda de cinco uruguaya así que podía haber agarrado ese billete falso, que como se decía en ese momento, me lo morfé, hacer una bolita y tirarlo a la basura. Pero no lo hice. Estaba muy estresado. No me bancaba a mis compañeros ni al sorete de Juri y además había entrado otro pibe que tenía experiencia y me daba mil vueltas y yo estaba seguro que era el que se iba a quedar. Entonces volqué todas mis esperanzas en que Juri optara por cambiarme de sucursal o, de última, echarme.

Llamé a Juri:

- ¿Qué pasó? –peguntó.

- Creo que me morfé este falso.

- Creo no. Te lo morfaste.

- Bueno, si.

- Pero parece una fotocopia, ¿cómo no lo viste?

- Ni idea. Me distraje, supongo.

- Dámelo.

   Se lo di. Lo agarró, formó una pelotita con el billete y lo tiró a la basura. No me dijo más nada. Subió una pequeña escalera que daba a un entrepiso donde estaba su oficina y donde nosotros dejábamos nuestra cajita con plata y nuestras camperas. A las 22:30 salí sin aparentes consecuencias por el billete falso.

   Al otro día, pasado el mediodía, recibí un llamado del Oso desde la casa central del Cambio:

- Hola, ¿Marcelo?

- Si.

- Mira, te habla Osvaldo. Escuchá, no vayas hoy al shopping. Andá a las 15 horas al Disco de Chucarro.

- Ok.

   No me echaron.

jueves, febrero 09, 2017

Reflexiones y recomendaciones para ignorar - Probable parte 1

LA NOCHE ESTÁ EN SU NOMBRE

   Shyamalan me parte al medio con sus vueltas de tuerca. La primera vez fue con «Sexto Sentido». La vi en el viejo cine de Parque del Plata cuando el balneario entraba en decadencia y el centro comenzaba su deterioro. Los locales de maquinitas fueron cerrando (el repecho, el de la esquina frente al cine y otro en el extremo frente al Carlitos); bares que bajaban la persiana, el Hotel Aranjuez, las heladerías y hasta el invencible Bowling dijo adiós.
   Hoy el centro de Parque del Plata es un pueblo fantasma pero Shyamalan, aunque en el panorama del cine sea un terraja, vive y lucha. Ha hecho sus buenas mierdas como aquella de Will Smith y el hijo o «La Dama en el Agua», que no me pareció tan mala pero la presión social venció y ahora la desprestigio como todo el mundo, pero para mí el balance es positivo. Su estilo se ve en películas como «Unbreakable» (Bruce Willis superhéroe), «Señales» (Mel Gibson y los extraterrestres) y «La Aldea» (la ciega y los monstruos capincho de impermeable en una aldea aparentemente de otro siglo) además de la ya mencionada «Sexto Sentido». Los dos últimos trabajos suyos que me han sorprendido fueron: «La Visita», aquella película de los viejitos simpáticos, y la serie «Wayward Pines». Cuando salió la serie allá por 2014 la trama no me atrapó lo suficiente como para empezar a mirarla. Unos años después la estoy mirando y al menos la primera temporada es muy buena. Un gran regreso de Matt Dillon que no lo veía desde Criaturas Salvajes.

*********************************************************************************
EL AUDIO DE TRES MINUTOS.

   Quisiera defender el audio largo de Whatsapp. Sé que no es conveniente grabar audios de larga duración en grupos donde la dinámica es otra y abunda lo efímero pero hay diálogos o momentos en los que es muy rico grabar audios largos. Tengo una amiga con la que intercambiamos audios de tres minutos o más. El motivo es muy sencillo: hay mucho para decir. Exigir el audio breve obedece en parte a la impaciencia y ansiedad que gobierna esta época. La gente pareciera no tener 1:45 de su valioso tiempo para escuchar al otro ya que el mundo tiene millones de estímulos muchísimo más atractivos que una simple y cruda voz. 

   Con esa amiga los audios largos nos han solucionado la vida porque cuando tenía que escribir todo lo que tenía para comentarle, la comunicación se volvía asincrónica. No está mal, pero es otra cosa, es 1.0. Uno además revisa eso que escribe entonces ya cambia el mensaje y mi amiga terminaba recibiendo una versión pasteurizada de aquello que podría haber dicho de forma más honesta, más real. El otro día lo utilicé para comentarle a mi amiga que había visto un documental sobre la Historia de la humanidad y que había aprendido que la palabra vacunar viene de vaca porque el tipo que inventó la vacunación estaba buscando la cura para la viruela, que en la época mataba cientos de miles por día, quiso comprobar científicamente aquel mito que decía que la gente que se agarraba una viruela animal que se contagiaba por las vacas, se volvía inmune a la viruela fulminante, entonces para probarlo le inoculó la viruela a un niño que había tenido la viruela de vaca. Cuando vio que el niño efectivamente era inmune a la viruela confirmó que estaba en lo correcto y a ese procedimiento de inoculación de una pequeña muestra del virus le puso vacuna. Ahí mi amiga (profesora de inglés) me mandó otro audio largo poniendo en duda esa afirmación del documental ya que vacuna en inglés es vaccine y vaca en inglés es cow, entonces en principio no tenía sentido. Y ahí pensó en otras derivaciones, vacuno, bovino, otras palabras similares a vaca, que fuesen similares a vaccine. Pues no, pensó en varias opciones hasta que terminó afirmando que lo que había dicho el documental no era cierto. Le tomó unos dos minutos y medio ese razonamiento.

   Yo me puse a investigar un poco en internet hasta que encontré que, en realidad la vacunación (vaccine) viene de variolae vaccinae que fue como Edward Jenner le puso a la «viruela vacuna» que había descubierto. Entonces, él no le puso vacuna a la vacuna. El que decidió homenajear a Jenner poniendole ese término a todo procedimiento de inoculación de la muestra del virus que se pretende que el cuerpo inmunice, fue Louis Pasteur. Entonces vacuna (vaccine) viene de vaccinae, por lo que, finalmente, estaba bien la afirmación que había hecho el narrador del documental.

   Como verán, algunas cosas no se resuelven con audios de diez segundos. Bueno si, tal vez con cien audios de diez segundos.

*********************************************************************************

ALMODÓVAR

   Mi biblioteca es reducida. Consta de unos cien libros, casi todos comprados en tiendas de saldos o en la feria, fundamentalmente por cuestiones económicas. Esto del precio como criterio para comprar un libro ha generado una biblioteca poco "prestigiosa". Hay pocos clásicos y casi todos los libros son usados. La colección es muy heterogénea así que uno puede con claridad cuáles son los escritores que he leído más en físico. Los autores cuyas obras se repiten en mi biblioteca son: Doris Lessing, Douglas Coupland, Charles Bukowski, Ernest Heminghway, Henry Miller, Jack Kerouac y Haruki Murakami. De estos escritores tengo por lo menos dos libros. Esto no significa que no haya leído clásicos o autores de libros caros. Los he leído por internet. Hace unos quince años que leo libros digitales. Al que más leí de forma digital fue sin lugar a dudas Stefan Zweig, un escritor de ficciones históricas interesantísimas. No he leído a otro mejor en el género.

   Un aspecto que puede llegar a valorizarse de mi biblioteca es que algunos libros, por baratos y desconocidos, no se pueden conseguir en la red. Tengo algunos de esos. Una de esas obras que encontré fue "El cine de Pedro Almodóvar" de Nuria Vidal. Para los snob, Almodóvar siempre fue un terraja. Tuvo que hacer muchas películas para que le empezaran a respetar como cineasta, y siempre tuvo que luchar contra un círculo artístico pacato y políticamente correcto que en los ´80 lo despreciaban o lo toleraban como a un hijo de psicólogos.

   El libro no es una obra maestra pero tiene muchos fragmentos de entrevistas a Almodóvar, que es una persona muy interesante y auténtico en lo que dice; declaraciones de actores de sus películas y fragmentos de la crítica de la época. Es un libro editado a fines de los ´80 por lo que no llega muy lejos en la vasta carrera del cineasta.

   En febrero me he propuesto ver toda su filmografía. Ya he visto las primeras dos: «Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón» y «Laberinto de Pasiones». Estas primeras películas muestran a un Almodóvar reflejo de lo que llamaban «la movida» un momento en el que parecía valer todo, con un epicentro en Madrid, ciudad donde gobernaba un tipo que incentivaba a los jóvenes a que estuvieran para la joda. Bueno, todo eso se ve en estas primeras películas donde una lluvia dorada, el sadomasoquismo y el incesto se los aborda como hechos cotidianos. A ningún personaje parece sorprenderle nada de lo que sucede. La tercera película, Entre tinieblas, recordada por mí como la de «la monja que está de ácido» es la próxima que, en este caso, volveré a ver después de muchos años. Dejo algún material que ya he compartido por ahí.



Creo que continuará...

viernes, enero 20, 2017

Sobre el incómodo arte de la autopromoción y otros menesteres de un escritor independiente.


   Desde que inicié el camino a la publicación de la novela «Contar la plata» he descubierto muchos aspectos
del mundo literario que desconocía por completo: grupos virtuales de escritores o de gente que tiene intenciones de escribir y allí se genera un intercambio interesante de conocimientos; opiniones negativas sobre escritores que idolatraba, mucha literatura erótica autoeditada y autopublicada, esnobismo (reflejado por ejemplo en la vulgarización de algunos escritores de culto como Jack Kerouac, Henry Miller y Charles Bukowski quienes parece que ahora son «mediocres» o «simples») y excesivo proteccionismo de contenidos. Lo que más lamento es que impere la idea de que mostrar extractos de una novela, fuera del todo, no significa o no sirve para nada. Y el motivo por lo que lo lamento es porque creo que es perjudicial, no solo para el escritor, sino para todo el mundo literario que no accede al contenido porque el propio escritor lo encierra, siguiendo el modelo de negocios de las macroeditoriales y las cámaras de libros de cada país, a quienes obviamente les sirve que el contenido no salga de los libros, y que un libro se venda más por cómo es el escritor que por lo que escribe. Es por eso que hoy los libros se promocionan esencialmente por medio de entrevistas a los escritores. Entonces yo tengo que comprar el libro por la tapa, la contratapa, la cara del escritor, qué dice y qué reconocimientos tiene. De todas maneras, no quisiera dejar la impresión de que las entrevistas es al pedo. En lineas generales, en función de las entrevistas que leo, veo y escucho, me gusta el escritor uruguayo como persona.
   Yo me siento por fuera del ambiente literario. Me considero primero músico, luego escritor. Conozco pocos escritores personalmente y no leo demasiada literatura uruguaya contemporánea porque no encuentro material en la red para determinar si me gusta, y así, ir a comprar el libro. Los últimos libros de autores uruguayos que compré y leí fueron «Todo termina aquí» de Gustavo Espinosa y «Diarios de un pa(sa)jero» de James Pistach. Los dos escritores obedecen a modelos editoriales diferentes. El primero lo compré luego de estar parado una hora en la librería leyendo la novela para ver si me gustaba lo suficiente como para comprarla y tener la obra en mi biblioteca para siempre. La otra la compré luego de que el autor me la mandara gratuitamente por correo. Al final no me dejó comprársela y quedamos en hacer un trueque por mi novela, a quien se la entregaré con gusto el mes que viene.
   Siempre me choca un poco decir «soy escritor», porque sé que hay dos escuelas: las que sostienen que es un gesto altanero o soberbio llamarse escritor si aún uno no ha publicado oficialmente, y los que aconsejan, como gesto de confianza y seguridad, llamarse escritor desde el vamos si es que uno quiere dedicarle el suficiente tiempo a este oficio como para construir una carrera literaria. En ese sentido, he elegido la segunda opción desde hace un par de años.
   Siempre digo que hace más de diez años que escribo. Allá por Julio de 2005 comencé este blog para, en un principio, exteriorizar algunos pensamientos de un pibe de veintidós años. Cuando profundizo en la idea, la realidad es que el germen de la narración está en mi niñez, llegando a mi primer década, cuando tomaba objetos inanimados y les daba vida, construía universos alrededor de estos, y hacía de dichos objetos verdaderos personajes con un carácter, una personalidad. En «Contar la plata» el protagonista recrea esa época y se aprovecha para levantarse a una de sus variopintas compañeras de trabajo:



—¿Vivís sola?

—No, vivo con mis padres desde que me separé.

—¿Vivís muy lejos?

—Sí, vivo en Nuevo París, por allá por Triunfo y Carlos
de la Vega.

—¡Mirá! Yo vivía por esa zona. En Carlos de la Vega había un almacén al que iba seguido —acoté refiriéndome al del viejo
O’Hara, que en paz descanse.

—Ah, ¿sí? Entonces conocés el barrio.

—Sí. Mi abuela vivía cerca de ahí. A veces cuando me quedaba
con ella íbamos a una feria que pasaba por Triunfo.

—Sí, la feria, claro.

—No me gustaba ir a la feria. No tanto porque la feria fuese fea o aburrida en sí, sino porque me gustaba mucho quedarme encerrado con mis autitos en ese universo de estrellas del deporte de todo el mundo y yo como presidente de mi FIFA(Federación Internacional de Fútbol con Autitos).

—Pa, se ve que te gustaban mucho ¿no? ¿Te gustan los autos?

—No, no me gustan nada. Soy muy poco hombre en ese sentido. Te hablo de fútbol, de mujeres pero de autos no sé nada. Ahí me quedo en cero. Cuando era chico jugaba con autitos pero al fútbol. Los agarraba como si fuesen jugadores y los hacía patear un dado que hacía de pelota. Era muy divertido. Hacía campeonatos. Primero hacía un campeonato local de autitos en el que cada uno era un país. El color de cada autito me ayudaba a determinar su país. Los más raros eran los de Lituania y Cuba.

—Pa, nunca conocí a alguien que hiciera eso con autitos.

—Sí, bueno, cada uno con su locura, ¿no? Me gustaba sumergirme en mis pensamientos y...como que mi mejor amigo era la imaginación.

—Pa, estabas re solo.

—No, tenía amigos pero yo solo me divertía pila. A veces nos quedábamos con mi hermano en lo de mi abuela y él se iba a jugar con los amigos y yo me quedaba en mi mundo de objetos inanimados que cobraban vida y eran grandes estrellas del fútbol. Incluso muchos se destacaban por sus habilidades y otros por ser muy malos. La forma del autito hacía que fuera más fácil manipularlo que otros. Por ejemplo, los mini camioncitos eran lo peor. No servían para nada. Pateaban para cualquier lado.

—Asi que eras como un pequeño niño loco.

—Y no termina ahí. Después de terminado el campeonato local, comenzaba el mundial. Allí elegía a los mejores autitos que formaban la «selección», entonces jugaban contra otras selecciones como la de ruleros, los comunes y los que se calientan, la selección de pilas que era muy mala y una selección de pinzas para el pelo que también era de lo peor.

Serrana estaba deleitada con mi historia demente de objetos que cobraban vida para jugar un campeonato de fútbol –aunque para mí era lo más normal del mundo–.


   Años más tarde, durante la adolescencia, empecé a componer letras. Eran una porquería pero en ese momento yo sentía que estaba componiendo los futuros himnos del rock nacional. Dejo la letra de la primera canción que compuse junto a uno de mis actuales amigos. La encontré hace un par de años en una agenda del Banco de Seguros de 1994, donde también hay otras cincuenta y dos letras que compuse en los años siguientes:

CÍRCULO VICIOSO

RITMO HIP-HOP: Estás aquí sin poder salir / quedáte acá, no te vas a ir/ no intentes huir porque vas a morir.

RÁPIDO - Si lográs subir no vas a poder dormir / Si podés bajar no la vas a terminar / Vos ya entraste en este círculo de mierda / y este vicio es el que te está haciendo morir.

SE REPITE LO PRIMERO

   Esta canción la tocamos con la primera banda que tuve. Tocamos por primera y única vez en una kermés organizada por el club de baby fútbol Huracán Belvedere. Este fragmento de «Contar la plata» está inspirado en lo que sucedió ese día:

«Yo tenía una batería desde los quince pero no la tocaba con mucha frecuencia. Hacía como un año y medio que no tocaba. Estaba guardada en casa de mi amigo Godsuki, con quien tuvimos por poco tiempo una banda llamada La Alcantarilla, conformada por Godsuki en bajo, el Topo en los teclados y yo en batería. Esporádicamente aparecían Bartolo o el Chino a hacer coros. Hacíamos covers de Todos tus Muertos, Molotov y algún tema nuestro entre los que se destacaba «Círculo Vicioso» que era el que tenía algo de estructura. Nuestro primer y único recital fue en un festival organizado por el cuadro de Baby Fútbol del barrio, festival del que fuimos expulsados después del segundo tema («Puto», de Molotov). El público estaba compuesto por madres y niños, por lo que los temas no fueron bien recibidos. A sus ojos éramos una banda de pendejos fachos. Los dirigentes del club nos querían linchar. Por suerte mi viejo se metió a dialogar con ellos y en lugar de lincharnos nos dieron una hamburguesa –que nos comimos– y nos invitaron a retirarnos. Nos fuimos hacia el otro lado de una vía de tren que separaba la cancha de un complejo de viviendas. Jalamos cemento toda la tarde y a la noche volvimos por las calles sin iluminación y rodeadas de cantegriles. Igual teníamos un aspecto tan reventado que probablemente quienes se acercaran cruzarían la calle para no enfrentarnos».

   Luego de este periplo llegamos, efectivamente a este blog en el que empecé a practicar este oficio de teclear (si, teclear, no puedo escribir mucho a mano porque a la tercer carilla me empieza a doler la muñeca por mi postura deforme de zurdo) palabras y luego darle una estructura, un sentido, convertirlas en algo que pueda llegar a ser llamado «obra». 
   Unos cuatro años y medio más tarde, sentí que tenía material como para armar una colección de relatos y
La agenda del ´94 con un índice de las canciones y la página\fecha en la que se encontraban, y una copia de Polimorfa.
publicaciones varias del blog. Eso lo llamé «Polimorfa» y lo publiqué a fines del 2010 bajo el seudónimo de Anguila Yimeil. Imprimí un tiraje artesanal de quince copias de las cuales conservo una como recuerdo de lo duras que fueron esas jornadas de autoedición y autopublicación física. Es una publicación con cientos de errores y yo en ese momento creí que estaba buenísimo. Años después, y como le debe pasar a muchos escritores, uno encuentra lo que escribió algo más pobre que en el momento en que lo escribió. Es por eso que lo que escribo en la actualidad trato de revisarlo, tal vez infructuosamente, con los ojos de un yo venido de ese futuro en el que leo con desdén viejos escritos.
   Seis años después me encuentro en vías de publicar «Contar la plata». El motivo principal por el que demoró tanto es porque originalmente no tenía la intención de escribir una novela. Un día tuve una suerte de epifanía al notar que los relatos iban sumándose como los siete samurái de Kurosawa y empecé a darles forma y construir la novela. Dicho proceso fue fascinante. Me resulta casi imposible describirlo porque son sensaciones tan viscerales que cuesta describirlas en una publicación como esta. No me animo a hacerlo ahora .
   Hoy, me encuentro mucho más decidido a darle más tiempo que el que le daba a la escritura y todos los días trato de sentarme frente a la computadora, tomar los apuntes que hago en el Onenote (que ha sustituido hace tiempo a la libretita), y ver qué hago con eso. Antes escribía solo cuando me ponía en pedo, de madrugada, y luego fresco corregía. Ahora estoy terminando de escribir este post a las dos de la tarde.
   La máquina está aceitada. Gracias a este nuevo ritmo de escritura llevo escrita buena parte de una nueva novela, una suerte de continuación de «Contar la plata», que va por el mismo camino: el de tratar de generar diversas reacciones emocionales, algo que hoy es lo más difícil de lograr y para lo que no hay fórmulas ni cinco ni diez consejos para lograrlo. La diferencia radicará en que «Contar la plata» fue un proceso de cuatro años y medio de esporádica escritura, en los que se nota que hay relatos escritos de una manera y otros de otra, reflejo de los años que duró dicho proceso. Yo puedo notarlo pero hice un gran esfuerzo para que ustedes no.

Un abrazo,
Maximiliano Álvarez.












domingo, enero 15, 2017

Un pedacito de Umberto Eco

Caracas, 1981.
No es necesario explayarse en abundancia cuando uno quiere hablar bien de Umberto Eco. Lo único que quisiera compartir aquí es un fragmento de "Confesiones de un joven novelista". Todo comienza con un dato: un estudio reveló que la quinta parte de los adolescentes británicos creía que, entre otros, Winston Churchill era un personaje de ficción, mientras que, entre otros otros, Sherlock Holmes era una persona que había existido realmente. Transcribo la explicación de Umberto Eco que, en definitiva, va por el lado de esa corriente que sostiene que no hay mayor ficción que la propia realidad:

«...Tenemos acceso cognitivo al mundo de Edipo, y lo sabemos todo sobre él y Yocasta, pero ellos, aun viviendo en un mundo que depende parasitariamente del nuestro, no saben nada sobre nosotros. Los personajes de ficción no pueden comunicarse con personas del mundo real.
   Este problema no es tan caprichoso como parece. Por favor, traten de tomárselo en serio. Edipo no puede imaginarse el mundo de Sófocles, de otro modo, no acabaría casándose con su madre. Los personajes de ficción viven en un mundo incompleto, o, para ser más rudos y políticamente incorrectos, en un mundo discapacitado.
   Pero cuando verdaderamente entendemos su destino, empezamos a sospechar que también nosotros, como ciudadanos de aquí y ahora, topamos con nuestro destino simplemente porque pensamos en nuestro mundo de la misma manera que los personajes de ficción piensan en el suyo. La ficción sugiere que quizá nuestra visión del mundo real sea tan imperfecta como la visión que los personajes de ficción tienen del suyo. Por este motivo, los personajes de ficción bien construidos se convierten en ejemplos supremos de la "verdadera" condición humana.»

Recomiendo la obra completa.